lunes, 17 de noviembre de 2008

"Europa Federal: Un proyecto de integración política" (2ª Parte) Por Josu Jon Imaz


Uno de los mejores exponentes de que esta Europa es fundamentalmente un proyecto de paz y reconciliación lo determina el hecho de que sus padres fundadores son hombres de frontera. Pierre Pflimlin, Presidente del Parlamento Europeo entre 1984 y 1987, definió a Schuman como un hombre de frontera. No es para menos. Este lorenés nacido en 1886 y fallecido en 1963 simboliza en su persona el drama de una Europa dividida y en guerra. Los Estados-nación y las cicatrices de las fronteras han marcado nuestro continente a lo largo de los dos últimos siglos. El padre de Schuman nació en la Lorena francesa. Esta región forma parte de ese espacio disputado durante siglos por Francia y el mundo germánico. El propio nombre de Lorena, en alemán Lotharingen, proviene de Lotario, uno de los hijos de Carlomagno. Carlomagno, que extendió su imperio desde el Atlántico hasta el límite oriental de la actual Alemania, dividió su imperio entre sus tres hijos. Cuenta un chiste que me contó hace años un alsaciano en Nantes, que la parte de Carlos dio lugar a Francia, la herencia de Luis creó Alemania, y la parte de Lotario dio lugar al follón.

La vida de Schuman atestigua la verdad del chiste. Esa Lorena en la que nació su padre, había pasado de Francia a Alemania para cuando nació Schuman, como consecuencia de la victoria de Bismarck en la guerra franco-prusiana. La tierra del Schuman que nace alemán vuelve a ser francesa en 1918 tras la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial. Nuevamente Lorena pasa a ser alemana cuando las tropas de Hitler invaden Francia y la anexionan en 1940, para pasar en 1944 a su situación actual de región francesa. Schuman conoció en vida ese cambio continuo de nacionalidad.

En su juventud fue miembro de la asociación de intelectuales católicos alemanes agrupados en la “Sociedad Görres para el cultivo de la ciencia”. Vivió como alemán, el que años después sería Presidente del Gobierno francés y Ministro de Asuntos Exteriores. Era, en cierto sentido, la encarnación del problema germano-francés.

Cuando se visita al día de hoy el Parlamento austriaco en Viena, uno puede observar todavía el escaño en el que sentaba como diputado Alcide De Gasperi. El que fue Presidente del gobierno italiano desde 1945 y 1953 nació en 1981 en Trento. En 1911 es ya diputado y participa en la vida política austriaca de forma activa, hasta que en 1918 proclama en el Parlamento de Viena junto a otros cinco diputados la voluntad de anexión a Italia del Trentino y de Trieste, tras la derrota del Imperio Austro-Húngaro en la Primera Guerra Mundial. De Gasperi, nacido austriaco como consecuencia de la artificialidad de las fronteras, formado en un mosaico de influencias culturales centroeuropeas, pilotará la apuesta europeísta de la Italia que se reconstruye tras la Segunda Guerra Mundial. Como Schuman, fue otro hombre de frontera.

Gente marcada por la guerra y por un conflicto no resuelto. Gente muy consciente del problema nacional y de lo que implica. De Gasperi, de Tirol del Sur o Alto Adigio. Estado italiano y cultura y lengua germánica. Proveniente de una zona de influencia y conflicto entre dos grandes culturas. Consciente por tanto, de lo que la unión de los pueblos europeos puede suponer para la eliminación de las fronteras existentes, para la reconciliación y para la convivencia en paz.

Adenauer, renano, quién vive desde su juventud la realidad de una Renania fronteriza, desmilitarizada como consecuencia de la Gran Guerra del 14. En definitiva, los llamados "padres fundadores" son personas marcadas por las fronteras en muchos casos arbitrarias establecidas por los Estados-nación, marcadas también por las guerras entre estos Estados artificiales, y que buscan en la Unión Europea un instrumento para la paz, a través de la superación de los conflictos nacionales mediante la puesta en común de los instrumentos que hacen posible la guerra.

Europa se enfrenta a una gran revolución. Hace dos años se ha iniciado el proceso más ambicioso desde las firma del Tratado de Roma. Diez nuevos estados se han unido a la Unión: la ex-yugoslava Eslovenia, las ex-soviéticas Lituania, Letonia y Estonia, las dos repúblicas fruto del desmembramiento de la antigua Checoslovaquia, República Checa y Eslovaquia, las mediterráneas Malta y Chipre, además de Hungría y Polonia. Si hace apenas dieciocho años alguien hubiese previsto esto, hubiera sido visto como absurdo. Bulgaria, Rumania, Croacia, Serbia, Bosnia, Macedonia y algún día Albania continuarán este camino.

Alguno podrá pensar que el móvil de esta ampliación es puramente económico. Los que ven a Europa como un mercado, modelo de neoliberalismo, deberán pensar que los nuevos mercados, pese a no ser despreciables, no justifican el enorme esfuerzo financiero que ello va a suponer a la Unión. ¿Por qué este esfuerzo? Desde la perificidad de un pequeño país encajado entre el Pirineo y el Atlántico, nunca entendí lo que la ampliación significaba hasta que tuve la ocasión de pasear por Praga, Budapest, Varsovia, Poznan o Wroclaw. Uno entiende allí el ser europeo. Una cultura que compartimos y que el telón de acero dividió durante cuarenta años. La reunificación alemana fue importante para los que sentían la nación alemana. Asumieron los costes formidables de aquella operación económicamente disparatada por la unidad de su país. La reunificación europea, lo que realmente representa el proyecto de la ampliación, es importante para los que sentimos el proyecto europeo.

Europa aborda este proyecto por volver a encontrarse a sí misma. Por su unión. También por la necesidad de garantizar la paz y la reconciliación. Y por supuesto la seguridad. Alemania, principal impulsor de esta reunificación europea, necesita por un lado perder su perificidad en Europa, y centrarse, rodeándose de un cinturón de seguridad de países que la proteja o la aísle de lo que pueda pasar en Rusia y su entorno. Y Alemania y Europa necesitan protegerse de la Teoría del Estallido, que puede hacer reventar Europa Central y Oriental como consecuencia de los problemas nacionales no resueltos. La guerra de Bosnia podría ser un ejemplo de lo que puede derivarse de los conflictos no resueltos en Kosovo, o con las minorías húngaras de Rumania, o las minorías húngaras en Eslovaquia, o las aspiraciones búlgaras sobre Macedonia, o las minorías albanesas en este mismo país.

Es evidente que cualquiera de estos posibles conflictos lleva un potencial de internacionalización peligroso. Y no se olvida que estos conflictos en este mismo lugar dieron origen a la primera guerra mundial. Por ello para Europa es prioritario el garantizar la paz y la reconciliación en este espacio, y la integración de estos países en el marco de la Unión Europea es el paso que permite relativizar el concepto "frontera" y abordar ese problema sin un estallido generalizado de las fronteras existentes, que en ese marco supondría probablemente la extensión de un conflicto armado.

La búsqueda de la paz y la reconciliación sigue siendo por tanto en mi opinión el principal motor de la Unión en su estado actual, y el factor que sigue empujando las principales decisiones políticas en Europa. Por ello, Europa está realizando un esfuerzo de trabajo prioritario en el Centro y en el Este de Europa para abordar este problema. Por un lado está el esfuerzo abierto de favorecer la ampliación y lo que se ha llamado la reunificación europea. Pero por otra parte se está llevando a cabo un esfuerzo importante de trabajo sobre el terreno para abordar los problemas nacionales no resueltos y los potenciales conflictos en Europa Central y Oriental. No abiertamente en ocasiones. No encabezados por los Gobiernos Europeos o por la Comisión.

Sin embargo, desde Fundaciones políticas, internacionales ideológicas, desde actuaciones de parlamentarios europeos de diferentes países se está trabajando en foros dirigidos a resolver el problema político del mosaico étnico-cultural-lingüístico-nacional de Europa Central y Oriental, como vía para asegurar la paz, la reconciliación y la seguridad en el corazón de Europa. Y puedo dar fe de ello porque en los últimos trece años he tenido la ocasión de participar en alguno de estos foros.

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