Lleva el profesor hora y cuarto hablando sobre la autonomía de los municipios y los territorios forales y no me entero de nada. Me siento como un litro de aceite en una bañera llena de agua. Floto y floto. Y de que manera. Tengo la cabeza en otro lado; En los mundos de Yupi, en el país de las gominolas o acompañando a Alicia por el país de las maravillas. Veo como anochece por la ventana y me gusta. Queda menos.
Como decía en el post anterior, el puzzle del amor -o atracción, o pasión o como gustéis llamarlo- siempre tiene algunas piezas que sobran. Piezas que se pueden encarnar en personas, en distancias o en cualquiera de los escollos que una relación de cualquier tipo se encuentra impidiéndole - o dificultándole en el mejor de los casos- su avance.
Pero lo verdaderamente relevante es el esfuerzo que cada cual supone que ha de hacer para conseguir aquello que pretende. Esfuerzos sobrehumanos a veces y nimios otras tantas. Esfuerzos que pueden sumergirte en un mar de mediocridad si no te llevan a buen puerto, pero que pueden, no obstante hacerte subir al mas maravilloso de los paraísos a una velocidad vertiginosa.
El tío sigue hablando de municipios y yo sigo sin enterarme.
Y por cierto. Ya a anochecido. Es el momento.
Un beso desde la estación
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Hace 2 días
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