jueves, 27 de diciembre de 2007

Flores de invierno...

Fueron seis meses duros. Durísimos. Sobre todo del segundo al sexto, debido a que tenía que cuidar a Patricia como si fuera una flor de invierno. Y yo, aunque llevaba al mismo sol de la pasión en el corazón, no siempre acertaba. Y es que la buena voluntad, a veces, no es suficiente. Y es que, al fin y al cabo, ¿como le iba yo a dar a esa flor invernal el calor que necesitaba si yo mismo me sentía tocado por el invierno en multitud de ocasiones hasta el punto en que el sol que albergaba en mi corazón caía en penumbra? Eran tan escasos y pequeños los progresos que hacía Patricia... Mi amigo el psiquiatra me dijo que no debía desesperarme, que el proceso era así. Lento y pesado. ¡Pero es tan grande el abismo que tercia entre las palabras y los hechos cuando las contradicciones se adueñan de nuestro corazón! Y a la tensión de un día le seguía la del día siguiente y estas -las tensiones- se iban acumulando y acumulando en mi carne, en mis huesos, y sobre todo en mis nervios. Y consecuencias de las consecuencias, deje de fumar un paquete diario. Empecé a fumar dos. En la calle no tanto, pero en casa... encendía un cigarro con la colilla del anterior aún candente. Y al final de todo dudaba de Patricia, y de mi mismo. De si todo esto acabaría bien...

Un beso desde la estación

No hay comentarios: